Qué es un espermatocele?
Un espermatocele (quiste en el epidídimo) es un quiste indoloro, lleno de líquido en el conducto largo y fuertemente enrollado que está encima y detrás de cada testículo (epidídimo). El líquido dentro del quiste puede contener espermatozoides que ya no están vivos. Se siente como un bulto liso y firme en el escroto, encima del testículo.
Tener un espermatocele no afecta a la fertilidad de un hombre.
¿Cuál es la causa del espermatocele?
Aunque la causa del espermatocele a menudo se desconoce, es posible que sea causado por una obstrucción de los conductos que transportan los espermatozoides desde los testículos (conductos del epidídimo).
¿Cuáles son los síntomas?
A menudo, un espermatocele no causa síntomas. Es posible que usted note algo que se ve o se siente como un bulto o masa por encima del testículo en un lado del escroto. O es posible que usted note un aumento general del tamaño del escroto. Los síntomas, cuando se presentan, pueden incluir dolor, hinchazón o enrojecimiento del escroto o una sensación de presión en la base del pene.
¿Cómo se diagnostica un espermatocele?
Por lo general, el espermatocele se diagnostica examinando el escroto. Como parte del examen, su médico alumbrará detrás de cada testículo (transiluminación) con una luz para detectar si hay masas sólidas que pueden ser causadas por otros problemas, como cáncer de testículo. Los espermatoceles están llenos de líquido, de modo que la luz pasará a través de ellos (transiluminación). La luz no pasará a través de las masas sólidas que pueden ser causadas por otros problemas, como cáncer de testículo. Es posible que se utilice una ecografía para confirmar el diagnóstico de un espermatocele.
¿Cómo se trata?
Los espermatoceles por lo general no son peligrosos y se tratan solo cuando causan dolor o vergüenza o cuando disminuyen el riego sanguíneo al pene (poco frecuente). Por lo general, no se requiere tratamiento si un espermatocele no cambia de tamaño o se reduce a medida que el cuerpo reabsorbe el líquido.
Si el espermatocele se agranda o causa molestia, es posible que se requiera un procedimiento para extraerlo (espermatocelectomía).
Valva de Uretra Posterior
Patología congénita, exclusiva del varón, que se caracteriza por la presencia de unos repliegues mucosos, de carácter obstructivo, en la uretra posterior, a nivel del «veru-montanum». Es poco frecuente (1 por cada 5.000-8.000 nacidos), aunque la causa más común es la obstrucción del tramo común inferior en los niños.
Su repercusión es variable y oscila desde ligeras alteraciones miccionales, con un normal funcionamiento y morfología vesicorrenal, hasta una severa obstrucción y graves alteraciones morfofuncionales vesicales, ureterales y renales.
En cuanto a la patofisiología, cabe decir que la obstrucción provoca, si es severa, oligoamnios y, con frecuencia, hipoplasia pulmonar, una gran dilatación de la uretra posterior, entre las válvulas y el cuello vesical, hipertrofia del detrusor con disfunción vesical, ureterohidronefrosis, reflujo vesicorrenal secundario y un grado variable de insuficiencia renal (25-40% de los pacientes).
La presentación clínica depende del grado de obstrucción y del momento del diagnóstico. Si se diagnostica en el recién nacido el cuadro suele ser importante: vejiga distendida, hidronefrosis, insuficiencia renal, deshidratación, distrés respiratorio, si hay hipoplasia pulmonar (los neonatos que mueren con válvulas uretrales lo hacen por una patología respiratoria y los pacientes con válvulas e hipoplasia fallecen en el periodo neonatal, en el 50% de los casos). Si se diagnostican cuando el paciente tiene entre 1 y 4 años, la clínica suele ser más leve y la repercusión menor. El cuadro sugestivo suelen ser infecciones urinarias o problemas de vaciado. En la edad escolar los síntomas son, casi siempre, de vaciado.
Para el diagnóstico, la cistouretrografía miccional seriada es la prueba de elección. Pone en evidencia una dilatación marcada en la uretra posterior y una vejiga generalmente grande, trabeculada y, frecuentemente, diverticular, con o sin reflujo vesicorrenal.
El tratamiento debe asegurar el drenaje vesical, mediante la colocación de una sonda uretral, y estabilizar, desde el punto de vista clínico, a los pacientes que lo requieran. Una vez estabilizado el paciente, y si la función renal es normal, se practica una resección endoscópica de las válvulas. Si la función renal es deficitaria y la ablación de las válvulas no es suficiente, debe realizarse una vesicostomía temporal. Las derivaciones temporales altas (ureterostomía o pielostomía) no aseguran mejores resultados.
El pronóstico evidencia que el 38% de los pacientes padece una insuficiencia renal terminal a los 20 años. Son factores influyentes en el pronóstico: el nivel de creatinina sérica después de la desobstrucción, la edad en el momento del diagnóstico, el reflujo bilateral y la incontinencia en un niño de cinco años.